Por Teresita Abril.

Una no cuenta sino que dice que lo supo, vino en el aire, un pajarito me lo contó. Pero todas sabemos que la mejor manera de poner a rodar una versión de algo es decirle al confidente: “Y no se te ocurra contar que yo te lo conté”. Seguras estamos de que ese secreto no es tal, y que como hoja al viento saldrá, y de boca en boca circulará más rápido que si contratáramos a una eficiente agencia de publicidad. Opino que hay que distinguir lo que es nuestra capacidad comunicativa de nuestra perversa manera de distorsionar; creo que está mal llamar chisme a esa facilidad para comunicarse. El chisme por el contrario se origina en la imaginación y en los malos sentimientos, caso por ejemplo de la envidia, como cuando suponemos que una amiga que va a misa es piadosa, puede ser que vaya a buscar novio; yo pienso que no todo el que entra a la iglesia es religioso, es como si por entrar a un garaje yo fuera una camioneta. El hábito no hace al monje, definitivamente.

Yo sí sé la mejor manera de hacer que otra amiga produzca un chisme y es que le pregunto: ¿Cómo te parece esto o lo otro? Y la depositaria de mi relato ahí mismo mezcla con mi cuento su propio parecer, total: nace el chisme.

Chismosas son las amigas que si lo ven a uno con un hombre mayor dicen que una busca a su padre y que si sale con uno más joven es asaltadora de cunas y si salgo con un profesor es porque soy una trepadora, o con un amigo de más dinero es porque soy aprovechada. Se mantienen molestas porque como y no engordo, bebo y no me emborracho.

En épocas de Semana Santa, como ésta que acaba de pasar, sí que vuelan los pajaritos y me gusta por eso la expresión de mi tía Sonia, la solterona alegre, que decidió dedicarse mejor a desvestir amigos los fines de semana que a vestir santos. Prefiero su franqueza a la doble vida de los feligreses que cargan santos en el pueblo de mi abuelito y paran en las cantinas para tomarse el otro trago. Creo que la culebra del paraíso no fue chismosa sino comunicativa ¿O qué piensan ustedes? Yo creo que chismosa es Magnolia, la costurera de la esquina: ya no necesita pararse de la máquina de coser para saber qué hace uno, como ya le da pereza, inventa y listo.