Después de desarmar la cama y empacar todo lo que tenía en uno de los cuartos de su casa, la señora Adiela Rodríguez contrató un coche de tracción animal para que le hiciera el trasteo hasta dos cuadras más adelante. “Las cosas son de un hermano mío… él está esperando las cosas allí a la vuelta”, afirmó la mujer.

Con el colchón, las barandas de la cama y una bolsa negra ya subidos en la carreta, Juan Esteban y “Pájaro”, el caballo, esperaban pacientemente a que bajaran el resto del trasteo del segundo piso.

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Carlos Javier Noguera , propietario de la carreta, explicó que este sostén sirve para que el caballo descanse. Juan Esteban hizo notar además que “Pájaro” estaba “descalzo”: “Se le acabaron las herraduras”, dijo. En la imagen pueden verse los restos de agua y jabón que quedaron después de la limpieza que Adiela hizo del cuarto recién desocupado.

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Un bulto de papas, cuya presencia no le fue explicada a esta Agencia por ninguna de las fuentes consultadas, fue lo último que montó Carlos Javier en la plataforma. Lo puso justo al lado de otro costal que contenía maíz.

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Para terminar, el de más cuidado: el espejo, que fue ubicado en la carreta por “El flaco”, el joven dueño del caballo. “Ya esto es lo último”, puntualizó.

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“¡Noo, pero no ponga las papas ahí junto al espejo!”, gritó Aleida desde el balcón. De inmediato, Carlos Javier las pasó para adelante y mientras él cerraba la puerta de acceso a la casa, “El flaco” le quitaba el sostén a “Pájaro” para iniciar la marcha.

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Con el costal de maíz al hombro para no ensuciar el espejo con el ripio, Carlos Javier escoltó el coche en su recorrido de dos cuadras por el barrio Santa María de Itagüí. Aleida, desde el balcón, los seguía. “Ellos estaban ahí parados sin hacer nada entonces los llamé… Un carro le cobra a uno ochenta mil pesos en cambio ellos con diez tienen”, declaró la mujer.

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