Medellín, septiembre 25 de 2010
Esta tarde, tras olfatear una planta de orégano en la casa de campo de un amigo, el profesor de literatura Santiago Díaz se sentó a escribir un relato corto. Según Mario García -anfitrión de Díaz en la vereda Perico del corregimiento de Santa Elena- había invitado a Santiago a conocer la huerta que ha estado cultivando, y al darle a oler un ramillete de orégano “el hombre se quedó quieto, cerró los ojos y estuvo con las hojas pegadas a la nariz como dos minutos”. A-Pin conversó con Díaz, quien contó que al oler la planta se “transportó” al patio de su abuela: “Ahí mismo me vi como de cinco años, de botas Machita*, en ese solar lleno de cebolla, tomate, cilantro y, me vengo a enterar ahora, también de orégano”. Según Vélez, el relato, “en su primera versión”, cuenta la historia de “un niño que persigue un gato por toda la casa de su abuela y termina sentado en una olla de agua hirviendo que acababan de bajar del fogón”. “No es la primera vez que un olor me hace escribir, pero no me había pasado algo tan intenso”, dijo el hombre, de 36 años y autor de “unos treinta cuentos inéditos”. (Informó: A-Pin)
*Hijas de las famosas botas de caucho La Macha, de tallas inferiores a estas, y con colores y estampados que darían mucho de que hablar si los usara un agricultor, un ingeniero forestal o un integrante de un grupo armado ilegal.
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Botas Machita… ojalá todavía me sirvieran!
Que vuelo… Que el cuento se llame «El vuelo del oregano»…