Medellín, enero 21 de 2011

Este mediodía, cuando se dirigía en un bus de transporte público a una cita médica en el centro de la ciudad, el señor Alberto Ramírez disfrutó intensamente el aire que entraba por una de las claraboyas del automotor. Ramírez, a quien aqueja una pequeña dolencia en la región anteoccipital del cráneo desde hace algunos días, le contó a este diario que a los pocos segundos de haber subido a un Circular Coonatra* un chorro de aire lo despeinó levemente: “Sentí un viento lo más de rico, y cuando miré para arriba vi que la puertecita esa del techo estaba abierta”, relató. El hombre asegura que a pesar de que en la parte trasera del vehículo había algunos puestos disponibles, optó por quedarse en la mitad del corredor recibiendo la brisa repentina: “En un momento hasta cerré los ojos. Y luego cuando los abrí y vi el cielo sin nubes por esa ventana me sentí todo inspirado, hasta eufórico”, afirmó. Elena Castañeda, ama de casa que presenció los hechos, declaró: “Me dio hasta envidia del joven. Tan bueno que no le dio pena relajarse tanto delante de la gente, pero con este clima apenas es”. (Informó: A-Pin)

*Circular Coonatra: enorme instrumento de tortura compuesto por un motor, cuarenta pasajeros inocentes y un verdugo al volante.