Medellín, 23 de diciembre de 2009.

El día de ayer, en horas de la tarde, a la joven Ana Duque, estudiante de Historia de 22 años, se le cayeron las gafas por la ventana de su domicilio, ubicado en el séptimo piso del Edificio Borgoña. De inmediato se dirigió al primer nivel de la construcción, donde encontró los anteojos, intactos, en la azotea de un apartamento. “Con frecuencia me tocan el timbre diciendo que se les cayó algo en mi terraza. Otras veces me tiran colillas de cigarrillo, bolas de pelo y un día hasta un osito de peluche”, relató Dora Jiménez de 56 años, dueña del apartamento del primer piso, visiblemente malhumorada, porque “la muchacha esa de las gafas se mojó los zapatos cuando entró a la terraza a recogerlas y a la salida me empantanó toda la casa”. Nuestro corresponsal tuvo acceso a los anteojos de la estudiante y pudo comprobar que aparte de tener un poco de tierra en una pata*, estos se encontraban en perfecto estado. “Por lo menos no les pasó nada, aterrizaron en una matera y eso amortiguó el golpe”, declaró Duque, entre complacida y estupefacta, con los zapatos aún mojados. (Para A-Pin, Informó Águila)

*Extremidad de los anteojos empleada para ‘acomodarlos cómodamente’ detrás de la oreja de quien los usa.

Esta noticia, de la señorita Laura Ramírez Aguilar, recibió una calificación destacada en la recta final del Primer Premio Gran Pinocho de Microficción Periodística, 2009.