Medellín, agosto 27 de 2010
Anoche, el administrador Diego Urrea, de 32 años, no pudo finalizar el relato de una anécdota porque sus colegas Jairo Trujillo y Raúl Duque le perdieron el interés. “Nos empezó a contar que se fue para un bar solo y que una gente le pidió el favor de que si se podían sentar en la misma mesa”, declaró Trujillo. Los tres sujetos habían estado en una reunión con abogados de la firma Contexto Legal. “Teníamos mucha hambre y no sabíamos a dónde comer algo”, apuntó Duque, quien aseguró, además, que el relato de Urrea no los atrapó: “La historia no parecía tener algún giro interesante, fuera de eso Diego no tiene chispa para contar y la necesidad del momento era encontrar un restaurante”. Según informó Urrea, cuando estaba narrando la segunda parte de la anécdota –que los desconocidos que se le sentaron en la mesa lo habían invitado a cerveza-, sus compañeros le interrumpieron para tomar la decisión de dónde cenar. “Prácticamente me callaron y me quedé con ganas de contar el fin de la historia… la verdad es que sí era un cuento muy bobo”, confesó Urrea, quien atribuyó el hecho al hambre. (Informó A-Pin)
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Navegá por el archivo de A-Pin y disfrutá de la historia viva de la microficción periodística.
Definitivamente la magia nunca esta en el cuento… Esta en el narrador…
Lástima por Urrea, en el lugar equivocado y encima lo dejan con ganas de contar la historia que seguro también era digna de A-Pin jjj
Como es de maluco quedarse con una historia empezada
fenómeno esta nota
es que encima muchos cargan con la fama de malos narradores, y a pesar de que la historia tenga alguna trascendencia o interés, les toca seguir hablando solos como radio. Los peores son los que lo cogen a uno con la perseguidora por que se niegan a dejar la cosa así. debería existir alguna normatividad al respecto