Buenos Aires (A-Pin). Ayer en la tarde, la fisioterapeuta Adriana Lucía Aranda juntó varios biombos de su consultorio para ocultar a un paciente mientras le mostraba el lugar a dos odontólogas interesadas en alquilar el inmueble. “Lo estoy arrendando porque ya no voy a ejercer más”, declaró Aranda, quien informó que se dedicará a su familia: “Trabajé más de veinte años y creo que ya es hora de parar, quiero estar con los chicos”, aseguró la mujer, madre de dos pequeños de 7 y 9 años. A-Pin conoció que Adriana ya le había advertido a su paciente, identificado como Oswaldo Montenegro, que vendrían dos señoras a ver el consultorio: “Cuando sonó el portero eléctrico me tapó con las cortinas y me dejó haciendo los ejercicios de movilidad del tobillo”, afirmó Montenegro, de 48 años, quien sufrió un esguince hace una semana cuando caminaba desprevenidamente por la calle. Este diario logró hablar con las odontólogas que visitaron el consultorio, quienes no percibieron la presencia del paciente: “Le dimos un vistazo a todo el espacio y medimos algunas puertas, pero no vimos a nadie más fuera de la quinesióloga”, aseguró una de ellas.