Por: Tiberio Arroyave
Hay una importante discusión teológica sobre la empanada. Y se ha vuelto más dinámica después de los debates del siglo pasado acerca del papel de los llamados Evangelios del Mar Muerto que, como todos saben, han replanteado asuntos como la verdadera vida amorosa de Jesucristo.
En los también llamados Evangelios Apócrifos, denominados así por no ser aceptados por la iglesia, también se trata en parte el asunto. Pareciéramos estar asistiendo a una refutación del famoso pasaje bíblico en el que Jesús, al encontrarse con Simón Pedro, le comunica su intención de hacerlo su emisario: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
Las discusiones se han centrado en la palabra “piedra” y en su papel para edificar la iglesia, y a fe mía que el asunto es de fondo y toca con la refutación de otro lugar común que le asigna un papel secundario a América en la historia de la civilización. El maíz no es un cereal de segunda como han querido ver algunos expertos en nutrición. Las hambrunas de los últimos dos siglos se atendieron con maíz y papa americana. Si el maíz se hubiera desarrollado en el antiguo continente, la Biblia no registraría las 10 hambrunas que allí se describen.
Con maíz cocido se hace precisamente la empanada. Una pequeña y delgada torta de este cereal bendito que se dobla a la mitad, se le pone un guiso cuya base es la papa, y a diferencia de la pita árabe se le sellan los bordes y se fríe en manteca de cerdo caliente. Creo que por ello la empanada no aparece en el texto sagrado, tan enemigo de los cerdos.
Sin embargo, todas las iglesias de América se han hecho vendiendo empanadas, y para hacerlas dignas de Dios no se les pone una brizna de carne: las “empanadas de iglesia” están en las bases de Catedrales y Conventos.
No hay, por otra parte, discusión teológica sobre las empanadas paganas que llevan el universo de los sabores en su interior: carne, queso, tocino, pescado, jamón, huevo, lo que usted quiera… la regla es maíz y papa. Verdadera forma de la voz de Dios en la tierra, la empanada no tiene discusión y nos aleja del infierno.
Bendita sea la empanada!!!!!
Que buena teología… un acto para destacar!
Creo que las empanadas las debió inventar Pinocho casi siempre dicen mentiritas, nunca una sabe que secreto tienen en su interior, menos las de Versalles, las adoro
Columna plagada de errores argumentativos, cómo se le ocurre al sr Tiberio homologar piedra con empanada, eso me saca la piedra. Otra cosa es que es regionalista y mentirosa, en el restro del planeta las empanadas son de verdad y si no creen viajen a Buenos Aires. Otra cosa falsa es que las grandes iglesias se han hecho con el sudor de millones de seres humanos, y lo que generan las comunidades religiosas. Esperemos que el columnista Arroyave no nos venga despues a hablar del chorizo o la chinchurria… ¡Que asco!
pues me parece que hace falta explicar la santificacion hecha de la empanada por el encurtido, dulce eso si porque el picante es una verdadera referencia al infierno.
Yo no me meto con el Papa ni los curas, yo prefiero las pequeñitas y casi sin contenido, crocantes y calientitas, el guiso exagerado hizo nacer el chiste de las empanadas vaticanas: sólo papa.
Excelente!