Eran las cuatro de la tarde
Cuando
Carolina Palacio, de 16 años,
Esperaba
En las afueras de la Placita de Flórez
Mordiéndose las uñas de las manos
Una a una
Con dedicación
Mirando todo y nada
A que su mamá saliera
Con los claveles para la abuela.
*
Como quince minutos apenas
Le parece que lleva
Pero en realidad va media hora
En la que se recuesta en un tubo
Deja de hacerlo
Se para derecha.
Gira despacio a su izquierda
Para echar un ojo al portón de la plaza.
*
Mira a sus pies de vez en cuando
Dos cajas de cartón pequeñas
Una encima de otra
Y sobre ellas una bolsa transparente.
Arepas de chócolo se vislumbran
En las cajas hay velas
Para repartir entre la familia,
En Bello,
Por época de Navidad.
*
Se muerde las uñas
No se las come
Las repasa.
“Pensando aquí
Mi mamá por qué no vendrá”.
Uñas limpiecitas
Cortas
Sin pintura,
Dedos delgados
Blancos
Sin anillos.
*
“Ésta sí me la comí,
Pero esa no más”
Una sonrisa
Y ahí va
El índice derecho
El que señala
El que vuelve todavía
Sin remedio
Cada nueve dedos
A la boca de Carolina.
*
Uy mona, yo me la llevo
Unos muchachos que pasaron
Y ella
¿Qué caso iba a hacer?
Seguir esperando
Seguir pensando
Porque uno piensa mucho
Cuando le toca esperar
Y morderse las uñas como que relaja.
*
Cuarenta y cinco minutos
Y llega Magali Acevedo
Tres ramos de flores
Las amarillitas son margaritas
Estas otras no se sabe
Cada manojo a mil quinientos
Y los claveles
por ninguna parte.
Medellín, diciembre 12, GloriaE
Esa comida, o eufemisticamente llamada mordida, de uñas me suena familiar…
Hay que decirle a Carolina y a todas las personas que la mejor forma de pasar el tiempo mientras se espera, es leer. Por eso siempre llevo un libro conmigo, nunca se sabe por cuando tiempo tiene que uno que esperar en cualquier lugar o haciendo cualquier cosa.
Me gusta mucho el poema informativo.