Éste era un joven empresario llamado John Fredy Gómez, habitante del barrio Santa María, de Itagüí, a quien se le ocurrió preparar una frijolada* de almuerzo para despedir el año junto con los doce empleados de su microempresa de confecciones Merluz, con sede en su misma casa.

Entusiasta por un año que empezó difícil pero terminaba más tranquilo, John Fredy le encargó dos días antes a su mamá, la señora Luz Dary Manrique, la compra de dos kilos y medio de fríjoles cargamanto que inmediatamente puso a remojar. En su visita al mercado, doña Luz Dary también compró garra, chorizos, plátanos, arepas, carne, y tomate y cebolla para el hogao**.

El penúltimo día del año, ya con los ingredientes listos, John Fredy procedió a conseguir madera, palos y dos ladrillos para armar el fogón en la acera de la casa; mientras Luz Dary preguntaba donde los vecinos por una olla para montar los fríjoles. Cuando uno de ellos se la prestó, doña Luz Dary prometió devolverla limpiecita y brillante. Por eso la cubrió toda por fuera de jabón Rey para que no se tiznara mucho.

A eso de las diez de la mañana John dio vida al fuego y la olla de aluminio prestada ocupó su lugar con varios litros de agua, los fríjoles remojados y la tapa puesta. Nada más. Por el momento. Pasada una hora, y de a pocos, el empresario fue agregando los plátanos picados y los trocitos de chorizo y garra.

Mientras tanto, Luz Dary, en la cocina, preparaba el sofrito y en la casa-empresa seguía el movimiento de un día de trabajo normal: las manos de los empleados cortaban, cosían y pulían una tanda de vestidos de baño para entregar esa misma tarde.

Al lado de la puerta, en el suelo, reposaba una paila, también prestada por otro vecino, en la que fritarían luego la carne para acompañar los fríjoles. De sobremesa habría gaseosa y, de pronto, hasta unos tragos de ron para el que se apuntara.

Todavía faltaba mucho para que los fríjoles estuvieran, cuando Ángela Zapata, una de las operarias, terminó la parte superior de un biquini y se asomó por la ventana, con curiosidad, hacia el lugar donde el fogón humeaba. No veía la hora de acabar el trabajo y “a comer se dijo” porque los fríjoles a John solían quedarle siempre muy buenos.

John Fredy, quien invirtió unos cien mil pesos en la frijolada, el sesenta por ciento en las carnes, cumplió esta vez cuatro años de hacer él mismo el almuerzo de fin de año para sus empleados. Con gusto y ánimo revolvió y mantuvo la llama ardiendo hasta que los fríjoles estuvieron.

Este hombre, el todero de la frijolada de Merluz, terminaría su tarea rendido, sirviendo el almuerzo no sólo a los trabajadores de su empresa sino también a los vecinos, los dueños de la olla y la paila que hicieron posible la elaboración del plato.

*Plato especial cuya base es el fríjol y en el que se mezclan carne de cerdo y otros ingredientes.

**Nombre dado en Antioquia al sofrito de tomate y cebolla de rama. Se consume principalmente con arepa y patacón y también revuelto con los fríjoles.

Itagüí, Antioquia, enero 1 de 2010. GloriaE.