En el bar ‘El hacedor’, del municipio antioqueño de Marinilla, se juntaron varios amigos —para ser más exactos: cinco—, queriendo noche de juegos de azar y mujerzuelas, como indicó Raúl Emilio Mejía, uno de los congregados. Al llegar, los hombres optaron por los juegos de azar y le pidieron cartas al dependiente del bar, que para esa noche era el señor Héctor Leonardo Zapata.
Después de un rato de tirar las cartas, Raúl se decidió a pedir una de sus canciones favoritas, según dijo, “para amenizar el ambiente”. Pero Leonardo, tratando de jugar con su cliente, respondió a su pedido diciendo: “¿Litro de qué?”; a lo que Raúl reaccionó con una carcajada y, enseguida, el silencio.
Después de escuchar una tanda de canciones que ninguno de los presentes había pedido, Raúl Emilio interpeló al barman diciéndole: “¿Qué hay que tomar pues para que me ponga un tema?”. Leonardo continuó su juego y repitió: “¿Litro de qué?”. Esta vez a Raúl no le causó tanta gracia y siguió esperando que sonara la canción.
En esas, Camilo Henao, otro miembro del grupo de amigos que jugaba, se acercó a Héctor Leonardo y le dijo: “Sígale insistiendo, ese tipo tiene ganas de tomar”.
Al cabo de otro par de canciones que no eran la suya, viéndose sin opciones y con muchas ganas de ver complacida su petición, Raúl ordenó un litro de aguardiente. Leonardo se rió para sus adentros y, antes de llevar la botella a la mesa, puso a sonar Bringin’ on the heartbreak, de Def Leppard.
Después de unos tragos, Raúl se veía feliz. Y Leonardo también porque, según afirmó, ya se había hecho el día.
Por: Julius