«Una trifulca de bala y piedra, ocasionada en el Trigal» le quedó chiquita a la presenciada esta tarde por numerosas personas en lo que parecía más un circo romano que un apacible barrio del municipio de Marinilla.

Luego de que me escanearan un oficio que traje de Puerto Berrío, me disponía a enviarlo a mi correo para reenviárselo a un señor demandado; mucha vuelta para tan poquito porque en ese café Internet no sabían hacer tal cosa en un sólo paso. Fue entonces cuando apareció doña Margarita, mi esposa, con nuestro perro Rec, dizque para ayudar. Debido al temor infundado de una señora que estaba sentada en una de las sillas del recinto, Margarita optó por echar el perro a la calle, con tan mala suerte que en los alrededores rondaba Mochas, un canino de nariz chata, muy feo y con una pelea casada a muerte con Rec.

No fue sino que estos dos se olieran cuando empezó el tropel.

No me di cuenta de nada hasta escuchar los gritos espeluznantes de misiá Margarita que tal parecía que la estuvieran matando. Salí apresuradamente del local y pude apreciar la pelea entre los dos caninos.

Mi consorte cogió una escoba de una tienda cercana y la quebró en la nuca de nuestra mascota; gritaba como una loca. Los vecinos salieron a las ventanas y a los balcones, mientras yo le jalaba una pata a Mochas, tratando de apartarlos, pues Rec lo tenía entre sus colmillos y lo había herido en el hocico muy cerca del ojo. El pobre Mochas chorreaba sangre y salpicó mis pantalones.

Por fin a alguien se lo ocurrió traer agua y se les tiró. Fue la única forma de separarlos. Margarita entró en histeria y empezó a gritar regañando a los presentes dizque por estar viendo un espectáculo sin pagar; que vendía boletas a mil pesos para presenciar tal espectáculo, decía. La gente se reía por la grosería de nuestra madame y por su mala educación. Les dijo metidos, desocupados, entre otras cosas.

Nuestro hijo Felipe se puso rojo de la pena y dijo en voz alta que no volvería a salir con esa señora tan gritona que qué pena tan horrible, que nunca lo fueran a relacionar con esa dama tan maleducada.

Por: Jaime Villegas.