El hombre venía por ellas
por todas las cucarachas
metía la mano a una bolsa
recargaba un fuellecito
con polvo blanco
y espolvoreaba por los rincones
de la cocina
de doña Lucía Echavarría
por las hendijas
por todas las grietas
detrás del fogón
de la nevera
de los cajones
Y recitaba
rezaba
“Mil caerán a mi izquierda
y diez mil a mi derecha…”
Y minutos después aparecían
dando volteretas
agitando paticas y antenas
como huyendo de un incendio
asfixiadas y aterradas
primero diez quince
luego veinte treinta
de varios tamaños
y un solo color
café en leche oscuro
cuarenta cincuenta
sesenta y así
Mario Marín era su nombre
había trabajado en Estados Unidos
Donde aprendió la técnica
y la receta del polvo
“No huele, no mancha, no es tóxico para humanos”
¿En serio don Mario? Mire que yo tengo niños
le decía Lucía
Y él que “Mire”
Y metía un dedo en la bolsa de polvo blanco
y se untaba la lengua como si fuera azúcar
“Esto no se me olvida”
Decía Manuel
uno de los hijos de la señora
que seguía mirando la agonía
de decenas de bichos marrón
en el suelo de la cocina
Esta semana
diez años después
Ya casado y con hijos
y agobiado por la plaga
que asediaba su cocina
Manuel buscó en el directorio
Y marcó el teléfono
¿Ese es el negocio de Mario Marín?
Preguntó
Y que sí que claro que cómo no
Dos horas después tocó a la puerta
ese hombre ancho
y de respetable barriga
junto a un muchacho
de quince años
que lo siguió a todas partes
dispersando veneno blanco
por todas las grietas
hendijas
ranuras
detrás del fogón
la nevera
en cada rincón
¿Todavía reza don Mario?
Le preguntó Manuel
con ganas de escuchar su salmo
De “Mil caerán a mi izquierda
y diez mil a mi derecha”
Claro que sí señor
ahorita hacemos una oración si está de acuerdo
Mario Marín desplegó su magia tóxica
por toda la casa por si las dudas
Y mientras daba indicaciones al joven
matacucarachas que lo acompañaba
en la cocina la muerte saludaba
a un batallón de insectos despreciados
*
Al final de su tour fatal
Don Mario anunció una ñapa
un bonus track
un premiecillo
Y le pidió a Manuel a su esposa Yolanda
que se acercaran
y formaran un círculo
junto a él y su muchacho
¿Ustedes creen en Dios?
preguntó
Manuel afirmó rotundo
convencido de su amor por todos los dioses
“Porque no son sino un mismo asunto
con cara de cucaracha de niño y de Mario
y de todo lo que es o existe
como define un diccionario la palabra cosa”
Y Yolanda que… “Sí”
cogida fuera de base
pero en todo caso “Sí”
para no detener el ímpetu de Mario
“Señor te encomendamos este hogar
este lindo hogar formado por Manuel, Yolanda y su hija
para que los tengas en tu gracia y te pedimos
que este 2010 esté lleno de bendiciones para ellos…”
Y así otro rato
Hasta que “Amén”
Después de recibir sus honorarios
Mario Marín se despidió
dejando tras de sí un rastro
de polvillo blanco
y animales muertos
y una familia de escépticos
recién rezados
*
Medellín, enero 7 de 2010. Juan Miguel V.
No pude apartar los ojos … estuvo grandioso enserio !!!!
Que poesía mas rara, pero bacana.
Poesia con propaganda incluida y todo!
Un excelente «engendro apinesco».