Érase una vez un directorio telefónico, de páginas amarillas y blancas comerciales del año 2009, que fue desechado con premura por un propietario anónimo, en una de las jardineras de la calle Los Huesos entre las carreras Palacé y Bolívar, centro de Medellín. Allí reposaba cerca de las nueve de una calurosa mañana, esperando que alguien lo recuperara, lo recogiera, lo salvara del olvido total haciendo algo con él.

Desde la vitrina de una de las ferreterías de la cuadra, Luis Ocampo lo miraba sin saber decir quién podría haberlo botado. Parecía cosa de alguien muy desesperado porque todavía no habían llegado los directorios nuevos. Además, como relató su compañero Edgar Ríos, cuando de las Empresas Públicas de Medellín iban a entregar las páginas amarillas del nuevo año, ellos mismos recogían los directorios viejos.

¿Estaría muy acabado que no lo dejaron esperar una recogida digna, así fuera tardía? No, estaba mejor que otros con más uso, no estaba arrugado ni incompleto ni sucio. Aún así, permaneció allí largo rato, como tantas otras cosas que muchas veces dejaban en las jardineras de esta cuadra: sillas, pedazos de madera, costales, y hasta radios, ventiladores y zapatos.

Cándida Flórez, del almacén de autopartes ubicado en el cruce con la carrera Bolívar, no le vio nada raro a que hubiera un directorio abandonado. Cosa de todos los días, le pareció, al tratarse de un libro que a veces nadie consultaba, que se usaba como soporte para otras cosas o como aplanadora.
Sin viento que golpeara sus hojas, ni agua que las mojara, y protegido por un árbol de mango de los inclementes rayos del sol de aquellos días, el libro de más de mil páginas amarillas y 267 páginas blancas comerciales se quedó en la jardinera casi media hora más.

Hasta que Eduardo Palacio, vendedor ambulante, le pasó por un lado con su carrito de mercado, acondicionado como tienda con ruedas, le echó un ojo, lo recogió, lo volvió a dejar en el borde de la jardinera para vender algo, y lo retomó para llevárselo. El directorio estaba bueno y podría venderse como papel. Que se lo llevaba a un amigo reciclador, fue lo que dijo Eduardo, a un conocido sin nombre que hacía su recorrido por otras partes del centro y que con éste podía completar con qué pagar la pieza por el sector de San Ignacio.

Fue así como estas páginas amarillas fueron a dar a la tabla inferior del carrito de ventas, junto con dos paquetes de vasos desechables. E inició el recorrido diario de don Eduardo, por la carrera Palacé yendo hasta la avenida San Juan, volviendo por Bolívar hasta la avenida Industriales. Y parando en todas partes, tal vez siendo tocado por otras manos interesadas o por las del mismo hombre que lo llevaba, para empujarlo un poco atrás, un poco adelante, en medio de vasos, trapos y mercancía.

Nunca se supo con certeza el fin de este directorio, abandonado por existir en un año que no era el suyo, pagando la condena de tener en su portada un número viejo, pasado.

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Medellín, febrero 22 de 2010. GloriaE.