Por: Sara Lucía Puerta Aguirre.

Santiago Casas perdió el miedo en la Fiesta del Libro y la Cultura. Después de recorrer con su mamá todo el Orquideorama -el gran cobertizo de madera y vidrio donde se organizó la Fiesta- llevando en la mano un pequeño libro para colorear, Casas se encontró con una maga vestida de estrellas y cometas. La estatua humana, que durante dos días había mirado inmóvil a los visitantes, fue observada atentamente por el niño durante más de cinco minutos. Con la boca abierta y la mano extendida, señalándola, Santiago no se atrevía ni a moverse del lugar ni a echar una moneda en la alcancía de madera donde ella, la maga, estaba parada.

Una de las guías que caminaba por esta zona orientando a las personas vio al niño perplejo. De su bolso sacó una moneda grabada con un símbolo quimbaya y se la puso en la mano. La madre del menor intentó explicarle cómo y dónde debía poner la moneda, pero el miedo no dejaba al niño cambiar de posición y decidirse a echarle la pieza de metal. Después de fallidos intentos fue necesaria la intervención de otra mujer guía para depositar los doscientos pesos en la alcancía. La maga, al sentir la madera tronar, movió sus manos como si buscara en el cielo canicular una estrella perdida o una profecía. Con su báculo plateado hizo círculos en el aire y se inclinó para saludar a su dudoso espectador. El rostro de Santiago parecía mirar a la tienda de Melquíades o el interior de la Caja de Pandora. Cerró la boca y con extrema valentía aceptó el saludo de la maga. Una amplia sonrisa dejó ver sus dientes de leche y salió corriendo, dando brincos de conejo como si no creyera que el miedo se le había quedado en el fondo del cajón de las monedas.

¿MÁS CUENTOS SIN FICCIÓN? BIEN PUEDA SIGA POR AQUÍ