Por: Rasputín Castañeda G.

La única vez que la voz de Frank Sinatra quedó relegada a un segundo plano fue cuando cantó, parado en medio del escenario y en frente de sus fanáticos, con la bragueta abierta. Y es que no hay peor suerte que olvidar cerrarse el cierre, o para más dramatismo, que el cierre se dañe sin que nos demos cuenta y justo cuando estamos más lejos del clóset.

Cuando uno tiene la bragueta abierta y no se ha dado cuenta, está en un estado de estúpida inocencia. Y su grado de estupidez aumentará hasta el momento en que advierta el ojete que tiene en la entrepierna, y lo cierre. Tenga en cuenta que también está despertando vergüenza o “pena ajena” que llaman. Muy pocos serán capaces -quizás solamente los seres amados- de decirle: “Vea, tiene el cierre abajo” o “Mire, súbase la bragueta”. Usted despertará entonces una lástima parecida a la que generan los retrasados mentales. Y añada esto: al brindar esa imagen  de la cremallera abajo y el botón de la pretina debidamente abrochado, termina poniendo en aprietos a la gente, que, angustiada por verlo tan humano e indefenso, se incomoda, sin saber dónde clavar la mirada.

Así pues, andar con la bragueta abierta es una tragedia personal que afecta a otras personas. Hay tres motivos por los que a usted le puede ocurrir:

Se le olvidó desde el mismo momento de vestirse. Esta modalidad lo pone en el pedestal más alto de la ridiculez y desconcentración. Para evitar salir a la calle con el cierre abajo tengo la siguiente recomendación, inspirado en la técnica de un viejo amigo: antes de salir de su casa párese frente al espejo y empiece a hacer un recorrido con la mirada, a la vez que se cerciora de que todo esté en su lugar: zapatos, medias, bluyín, calzoncillos, correa, camisa, billetera, reloj, estuche de las gafas, menuda, dientes lavados. A esta lista, que obviamente varía según el atuendo, súmele siempre este paso: “bragueta cerrada” o “cierre subido”.

El segundo motivo es que a la persona se le olvida cerrarse el cierre después de ir al baño. Esta modalidad se divide en dos situaciones: de día y de noche. Rece para que le pase de noche, pues de día son evidentes las consecuencias. Si usted estaba en un bar o discoteca, ebrio, y se le olvida cerrarse, pues bien, tal vez pocos lo noten y poco le importe. Sólo porque tiene unos tragos en la cabeza la culpa se reduce un poco, pero ojo, no será de buen gusto que usted termine la velada en buena compañía pero con el cierre abajo. O que le pase como a Sinatra, y termine cantando su mejor karaoke en esa ruin condición. Recuerde la elegancia, la buena presentación. Tenga claro que ahí estará la posibilidad latente de tener el cierre abajo. Revísese a menudo.

El tercer motivo es el más cruel, pero también el que más exime a la persona de culpas: cierres que se bajan solos. Esta modalidad también se divide en dos: las cremalleras que de por sí están malas, tienen defectos de fabricación o mala calidad de insumos. Por eso en cualquier momento dejan de hacer su trabajo, teniendo la persona que recurrir a un gancho temporal y una posterior visita al sastre. Y la otra división de la modalidad: cierres que se bajan por la gordura de la persona. No hay algo más triste que ver un monte de Venus convertido en panza. En estos casos, es tanta la presión que hace la barriga hacia fuera que termina por bajar el cierre. Fatal. Para evitar que esto suceda, no se ponga bluyines o pantalones con cierre, intente adelgazar o compre dos tallas más.

Mi llamado finalmente es a la responsabilidad. Esté siempre atento, no sobra revisar la zona en peligro cada diez o quince minutos para asegurarse de que todo esté bien. No es necesario mirar, basta con llevar la mano y sentir la cogedera del cierre arriba, en la posición correcta. Y aunque sé que es difícil, cuando vea a alguien con la bragueta abajo, ármese de valor y termine con esa tragedia andante de una buena vez: diga en voz alta “el cierre”, señalando la entrepierna del individuo y siga su camino, o deje la frente en alto. En el fondo esa persona, y la sociedad entera, se lo agradecerá.