Por: Rasputín Castañeda Galeano.
No hay misterio. A nadie hay que explicarle en nuestra sociedad qué es tomar aguardiente. Lo que sí hay que mirar con lupa es la forma como cada persona acostumbra a beber este licor anisado. El aguardiente se sirve, por lo general, en una copa pequeña y se toma de un solo envión, pero hay variaciones. La relación del individuo con este mundillo refleja su personalidad.
Hablemos primero de los que no toman, que equivalen a esos desdichados que prometen y no cumplen. Ni siquiera debería mencionarlos. ¿Qué se puede esperar de una persona que bota debajo de la mesa el aguardiente servido? O de la persona que siempre dice: “Me lo acabé de tomar”. Peor aún cuando sacan a flote las excusas más desgastadas: “Estoy tomando antibióticos”, o la más descarada: “Es que estoy enguayabado”. Y sorpréndase: hay grupos de jóvenes que consumen el aguardiente directamente desde la botella, y cuando ésta le llega a las manos a un buchipluma, pega la boca al pico y hace la mímica de beber, pero si usted mira el líquido dentro de la botella, advierte que está quieto, como una pecera, sin ser ingerido. En esta categoría hay que sumar a las personas que toman poquito. Pusilánimes en la vida, faltos de chispa y emoción: pasan toda la noche con la misma copita en la mano, sorbiendo el aguardiente como si fuera el sake más exquisito.
Continuemos la radiografía del aguardientero con las personas que beben con originalidad. Individuos librepensadores, con carácter, que no se dejan encasillar en la tradición de “estiro el brazo, doblo el codo, frunzo el culo y me lo tomo todo”, sino que deciden cómo tomarlo, por ejemplo, a modo cóctel, con algunos cubos de hielo y agua. O lo mezclan con cerveza y preparan lo que en mi juventud se conocía –nunca supimos por qué- como «furfles». En esta categoría también caben los estrategas, los proactivos en la vida, los que piensan más allá para actuar con pertinencia: esos son los que sirven los ‘guaros’ a mitad de la copa, pero ojo, no cada más de quince minutos. Servir los aguardientes pequeñitos durante toda la noche alarga el clímax de la fiesta. Además, los estrategas toman buena cantidad de agua durante la velada para contrarrestar el nivel de alcohol y glucosa en la sangre y disfrutar más. Ah, y eligen el ‘guaro’ tapa azul*, sin azúcar.
Prosigamos con los tradicionales. Aquellos que, por lo general, son empleados y están al día con sus aportes a la salud y a las pensiones. Esos mismos que, o van a la iglesia cada ocho días, o leen El Colombiano con juicio, o están casados y tienen hijos, o lavan el carro los domingos y montan la navidad desde noviembre. Estos personajes, indeseables, sirven el aguardiente tal y como lo dice la tradición, llenan tres cuartos de la copa, brindan, se lo toman, lo pasan con agua y cuñan con una hilacha de zanahoria reseca o una crispeta mojada. Cabe anotar aquí que estos personajes le hacen el amor a la pareja, siempre, en la misma posición: misionero.
Finalicemos este despropósito de columna hablando de los que llenan la copa hasta el tope, esos mismos que obligan a que la gente beba aguardiente –tapa roja, con azúcar- y acuden a presiones sicológicas para lograr su cometido. “Tomátelo pues”, dicen con tono agresivo. Este tipo de personaje, detestable, es susceptible de adorar los caballos y las camionetas, y están acompañados, casi siempre, por mujeres de tetas hinchadas que gozan con las picadas de chorizo, costilla, patacón con hogao** y chicharrón. Suerte de ‘traqueto’ o ‘lavaperros’***, estos sujetos también se sienten con el poder de emborrachar a sus subalternos, y cuando brindan, el “salud” viene acompañado de un “hijueputa”. Acosando cada vez más por el próximo aguardiente, estas bellezas terminan, por lo general, pegándole a la mujer, o en el mejor de los casos, haciéndole el amor a la brava.
Si usted no se identifica con alguno de estos tipos de consumidor de aguardiente, es porque no le gusta el aguardiente, o prefiere otros licores como el ron, el vino, el vodka. De todas maneras, debe saber que el exceso de alcohol menoscaba la salud, y que, independientemente de su calaña, hay otras vidas allá afuera que hay que respetar: no conduzca con tragos, ni se ponga agresivo. Puede ser su última borrachera.
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*Variedad de aguardiente, en teoría con menos contenido de azúcar, que una marca regional identifica con este color para diferenciarlo del tradicional, de tapa roja.
**Guiso a base de tomate y cebolla, que se suele poner sobre las arepas o el patacón.
***»Traqueto»: mafioso. «Lavaperros»: personajillo que le asea los canes al traqueto y ejecuta cualquier otro acto de sumisión que aquel requiera.
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me parece que manejan un campo de informacion muy diferencial en cuanto a lo común. En el aspecto negativo quiero manifestarles que la generalización de los hechos cotidianos, debe involucrar un poco de suspicacia y mejor redacción, pues los términos que emplean se asemejan mucho más con un grupo del «montón», con todo el respeto que se merecen.
senaquerib estaria muy orgulloso de tutmosis,pero dios está más orgulloso de ustedes.
Amigo Dubian. Muchas gracias por tus comentarios y críticas. Sin embargo, debemos ser enfáticos en que nos obsesiona la buena escritura y nos repele el lenguaje rebuscado, y que antes que generalizar los hechos cotidianos, intentamos particularizarlos a partir de historias mínimas. Si no te molesta, nos gustaría que precisaras un poco más la parte que va desde el primer punto en adelante. Y sobre Senaquerib y Tutmosis, apenas terminemos el manual de “Egiptología para Dummies” te contestamos con propiedad. Gracias otra vez, y quedamos atentos a tus aclaraciones!
Yo creo que la radiografía no es ningún despropósito, de hecho me parece bastante fiel a la realidad y apropiada para la época, aunque debo añadir: todas la variedades de aguardienteros beben casi todos los meses del año sin importar si hay razón o no, o mejor: todo es una buena razón.
Creo que faltó en algún punto entre los jóvenes que toman de la botella y los tradicionales, los que somos aguardianteros por herencia y convicción, no hacemos el amor siempre en posición de misionero y aunque no somos traquetos si presionamos alegremente con ese «tomatelo pues». Tenemos, normalmente, contratos por prestación de servicios, vivimos con la familia y no vamos a discotecas si no a «barcitos» o tiendas. Nos gustan [copiado de los papás y tíos] los aguardientes conversados y nunca nos tomamos solamente «una mediecita» aunque esa es la forma ficticia de convocatoria. Estamos en ese punto lamentable donde ya no aguantamos hasta el otro día la tomada de aguaridente: sólo hasta las 2 o 3 de la mañana. Eso si, somos buenos aguardienteros que no sufrimos de grave guayabo al otro día. Éste llega sólo si osamos combinar el sabroso licor con otro distinto: cerveza, ron, whisky.
Gracias por la columna y por esas recomendaciones finales que no sobran porque existe además esa condición bestia en muchos aguardienteros que les da por manejar después de voltiarse 4 o 5 medias en el billar Universal, en Carlos E o en el parque de El Poblado.
Jeje Brindo por el autor que me hizo reír con las palabras mundillo, calaña, buchipluma e hilacha.