Había una vez un niño llamado Kevin Arnoldo Muñoz*, de ocho años de edad y estudiante de tercero de primaria, que cuando salió el álbum de laminitas ‘Lo mejor de las telenovelas’, se dedicó a llenar el coleccionable, con la ilusión de poder acceder al jugoso plan de premios que se ofrecía.
Pero ocurrió que, cuando llenó el primer álbum y consultó la tabla de premios**, se dio cuenta de que no le convencía mucho el obsequio que recibiría: un juego de Tío Rico. “Eso es para niños…”, pensó, y decidió comprar mejor un segundo álbum.
Y así fue como sacrificando la plata de los algos*** y con mucho esfuerzo, Kevin llenó el nuevo álbum. Después de muchas monedas invertidas y todas las laminitas pegadas, el niño vio el folleto completo y acudió otra vez a la tabla. Pero qué desilusión lo agobió cuando vio lo que se ganaría: “Eso es para pelaítas”, alcanzó a decir.
Con la plata que todavía guardaba de lo que le dieron en diciembre por aguinaldos y en enero por su cumpleaños, Kevin compró un último álbum, pensando esta vez en el balón de Ben 10 autografiado que se prometía por tres álbumes llenos.
Cuando por fin pudo llenarlo se dirigió a la tienda de su barrio, “su expendedor de confianza”, para reclamar lo merecido. “Esa gente no ha vuelto. Es más, yo creo que la promoción ya se acabó”, fue lo que le dijeron, mientras su corazón de niño se arrugaba. “Pero ya salió el álbum del fútbol colombiano, a doscientos pesos el álbum y a cincuenta el sobrecito”. Kevin, cabizbajo y mudo del desconsuelo, volvió a su casa, los tres folletos debajo del brazo: su esfuerzo y su dinero invertidos en vano.
Entonces, para que el hecho no se repitiera y le fueran resarcidos sus derechos, el pequeño y su familia decidieron que interpondrían los recursos legales necesarios. “Vamos a demandar la Litografía Morgan SAS y ver si obtenemos una jugosa indemnización”, anunció el señor Muñoz, mientras que Kevin, bastante disgustado, volvía a quejarse: “No es justo que llené mis tres álbumes buscando el balón de Ben 10 y me cabeceen. ¡Las bolas!”. (Informó Leonardo Múnera)
Pobre pelao! buena suerte con la demanda, pero no soy muy optimista. Esa gente se las arregla en la letra menuda para no pagar o hacerlo por un tiempo super corto. Mas bien le recomiendo, la próxima vez, leer muy bien las tablas de premios antes de embarcarse en otra expedición semejante.
en mis tiempos el premio mayor era «una tula deportiva» pequeña y de plástico ordinario. No ha progresado mucho la oferta de premios