Por Emeterio Gual.

Dice mi maestro Ernesto: “A mí me parece muy fácil dar clases, estudiar desde joven lo que a uno le gusta y hablar de eso después ya grande todo el día; me parece delicioso además que me paguen por estar rodeado de gente joven siempre”. Creo que en el punto puede tener razón. Él me dice después: “Yo le apuesto Emeterio que hay gente muy adinerada que tiene que pagar muy caro para que una muchacha bonita lo oiga siquiera media hora”. Le tengo que dar la razón a mi maestro aunque él a mí casi no me compra y las muchachas que llegan a mi mostrador son esquivas. A mí sinceramente eso de leer y hablar mucho me parece más cansón que ir a Pueblo Rico cada ocho días a comprar la carne para cobrarle al carnicero una deuda vieja que tiene con la familia mía, pero voy.

Y es que hay trabajos de trabajos. ¿Cómo les parece el trabajo de los celadores o porteros? Doce horas abra y cierra, sonría y salude, identifique y apréndase los nombres de casi doscientas personas, más los amigos, parientes, allegados y visitas de cada dos años. “Y uno todavía sonríe para despedirse”, dice Uriel cuando se entera de lo que aquí hablo.

Fácil parece ir y comprar una cosa y después venderla, se equivocan, yo que he sido vendedor ambulante y llevo de tendero veinte años, sé lo duro que es comprar barato, hay que voltear mucho y cobran de contado y vaya usted a vender para que vea, si acaso compran quieren crédito y plazos que se alargan como gelatina de pata. Difícil me parece cargar una tractomula con bultos de maíz entre dos, como se acostumbra, imagínense cargar treinta mil kilos en sacos de cincuenta, son seiscientas veces que el cargador sube y baja por la rampa. Sume y reste que esa es la ley de la vida. Vean otro ejemplo, uno ve un perro sentado o echado durmiendo y eso parece fácil pero siempre está alerta al zumbido de una mosca. Muy difícil y muy caro tratar de que a uno lo quieran por la plata, muy fácil para muchos creer en dinero fácil, fortuna rápida pero muy caro les sale cuando meten los ahorritos todos los días, mínimo cinco mil pesitos, en chances y loterías.

A Elpidio le digo: deje de beber o jugar y verá que deja de deber, pero eso es muy difícil para él que sueña con guacas y tesoros escondidos desde chiquito. Le salen caros los sueños a muchos y baratas las ilusiones a mí. Les salen baratas las ilusiones a todos los que no se complican. Para mí lo más barato, aparte del metro, es el aire, el agua y las sonrisas.