Era el séptimo cumpleaños de su hija y para esta fecha tan especial la señora Amanda Restrepo se dirigió feliz, desde muy temprano, a comprar unas mariposas con la idea de soltarlas en la celebración para que su vuelo hiciera más bello el momento cumbre. Así, luego de pagar por los siete ejemplares una cifra que no fue revelada, doña Amanda se dirigió al colegio de la niña, donde tendría lugar la fiesta y, siguiendo las recomendaciones del vendedor, depositó la caja con los insectos en la nevera de la sala de profesores mientras llegaba la hora de liberarlas. Según las instrucciones, las mariposas se adormecerían en el refrigerador y no maltratarían sus alas, por eso había que sacar la caja media hora antes para que despertaran y volaran en el momento indicado.

Para alcanzar su objetivo sin ningún tropiezo, luego de guardar la caja, Amanda mantuvo una estrecha vigilancia sobre la nevera: no se movió de allí y advirtió a cada profesor que intentó sacar algo que no la fuera a tocar, lo que generó gran expectativa entre quienes allí se encontraban.

Así transcurrieron más de tres horas hasta que finalmente llegó el gran momento. Instante en que la sorpresa no fue para la homenajeada ni para los demás niños sino para la madre, quien sólo entonces se dio cuenta de que la caja estaba vacía.

En medio de la sorpresa llamó de inmediato al vendedor, que muy entusiasmado le dijo: “Doña Amanda, aquí están sus mariposas”, y ella respondió: “¡Cuáles mariposas, yo voy es por mi plata!”. Aún decepcionada, la señora Restrepo aventuró una explicación: “Como la caja no pesa nada, seguro el señor se confundió. Me pasé casi toda la mañana cuidando una caja vacía”.

En medio de su convicción sobre la presencia de las mariposas en la caja, Amanda había asegurado que oyó el aleteo de los animales en varias ocasiones, todo por la emoción que rodeaba la celebración del cumpleaños número siete de su hija. (Informó Natalia Rodríguez)