Por Suri Panto.

De pie y empinado, estirando el cuello, recostado en una baranda o más atrás de ella intentando meter su cámara de fotos, un hincha que espera la aparición fugaz de los jugadores de su equipo, es el ser más frágil y esperanzado que existe.

Todo lo que espera se reduce a un gesto: una mirada, una sonrisa, un pulgar levantado, una pose para la foto, una firma en cualquier prenda, parte del cuerpo o papel.

Un hincha a las puertas de un hotel, un aeropuerto, una cancha, una concentración, nunca le pedirá al jugador que sea su fiador en una solicitud de crédito, ni tampoco pedirá el milagro inexplicable de que lo llame por su nombre, ni que le pregunte por su salud, ni que lo invite a un picaíto o le preste plata.

De hecho, está más dispuesto a dar que a recibir y es generoso en sus calificativos y alabanzas. De su boca sólo salen: ¡Viva! ¡Grande! ¡Maestro! ¡Monstruo! Palabras de ánimo: ¡Arriba mi selección! ¡Pa’delante calidosos! ¡Vamos campeón! Y llamados desgarrados en los que está puesta toda la pasión, toda la gana de que el susodicho mire, sonría, se acerca, asienta: ¡Falca, Falca! ¡Barranquilla, Teo! ¡Mario Alberto, aquí!

Esa humildad y esa devoción deberían bastar para que cada futbolista, y también los integrantes del cuerpo técnico que son esperados, se dispongan con presteza a hacerlos felices. A dar la mano camino al autobús, a dejarse tocar el hombro y la cabeza, a firmar una barriga. Hasta el más tímido puede complacer al hincha en la distancia, enviando un simple saludo con la mano en alto o sonriendo para quedar feliz en la foto.

Los ídolos deberían recordar que esos seguidores han estado de pie, esperando ansiosos durante horas para verlos pasar de largo durante unos segundos.

Complacer a un hincha no hace pobre a nadie, no complacerlo sí lo hace muy desdichado. Caras con llanto y corazones apretados se vieron en el hotel de la selección Colombia en Santa Fe, a donde fueron a parar varios argentinos que nunca recibieron siquiera un gesto por parte de los jugadores de su selección. “Qué ejemplo lo que hizo Falcao”, dijo un joven gaucho recién operado de la rodilla, con un nudo en la garganta, conmovido.