Le huele a ciudad
A humo, a sudor
Un poco a mantequilla
Y aceite quemado
Le recuerda una empanada
Caliente y brillante
La brisa es lo mejor de esos treinta minutos
Golpea su cara
Mueve sus pestañas
Peina su cabello
Tratando de golpear al sueño que reposa en sus ojos.
—
Un dolor en el estómago
Granola, té, huevo
Y demás alimentos que comió de gula
Mira el letrero de las ocho ciudades sostenibles
Piensa en lo ridículo que tiene
Mientras su centro de gravedad cambia
Gracias al diseño de la autopista
Una ciudad sostenible no puede tener estas vías.
—
Escucha ese vallenato
Que sólo se oye en buses
Esa voz particular.
—
Vuelve a sentir la brisa
Ahora en sus pies descubiertos
Minúsculos zapatos
Ve las cabezas caídas hacia atrás
De los cuerpos que ansían no llegar a su destino
Seguir otro rato viviendo
En sueños
Todo eso que no se vive en vida.
—
Se detiene en la perilla de la ventana
La toca
Imagina cuántas manos han hecho lo mismo
Recuerda texturas
Asfalto
Llantas
Tapetes de bus
Varillas sudorosas que hay que agarrar
Para mantenerse en pie.
—
De pronto nota que no escucha nada
Hasta que los frenos del bus
Que así como hacen mover el cuerpo por la inercia
Distorsionan la paz interna
Y todo vuelve a ser ruido y ciudad.
*
Por María Alejandra.
*
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